25 de diciembre, 2020
Que no se te escape
Hoy que estás allí, en silencio, tal vez en soledad pensando en el año anterior, en tu rutina de paseos, compromisos, encuentros, seres queridos y abrazos. Con la calma de haberlo organizado todo o con la lengua afuera por haberlo hecho a última hora. Viendo la mesa llena de ausencias y extrañando incluso hasta la parte más aburrida (si es que la había) es posible que te hayas dado cuenta de tu despilfarro.
Todas aquellas llamadas que no atendiste, los mensajes que no respondiste, el “te quiero” que callaste, las gracias que no diste, el abrazo que mutilaste estrechando una mano, las cartas que no mandaste, las veces que te fuiste antes, aquellas en las que llegaste tarde, las fotos que no hiciste ni siquiera con la mirada, las excusas que usaste intentando, sobre todo, convencerte a ti… Todas son oportunidades que ya no volverán.
El “adiós muchachos“ que empaña los ojos cuando un avión despega y el viejo tango que dice “es un soplo la vida” siempre te parecieron lejanos, dignos de esa melancolía que sólo viene a la cabeza cuando una despedida obliga a tragar grueso, o cuando un ataúd aparece, como siempre, sin que nadie lo haya invitado. Esas cosas que pensabas sólo le pasaban a otros.
Ahora es “tendencia” seguir la vida de desconocidos a los que poco importa si te va bien o mal, algo así como un sumidero por el que se han ido prioridades olvidadas con asombrosa facilidad y han convertido el célebre “vivir el momento” en una frase que tantos dicen y pocos aplican, pues están muy ocupados llenando de corazones multitud de fotografías que en la mayoría de los casos nada tienen que ver con la realidad. Una persona absorta en una pequeña pantalla muchas veces es incapaz de darse cuenta de la decepción de quien le acompaña al comprobar que se puede estar muy solo aún rodeado de sillas ocupadas.
No se puede retroceder el tiempo, hay cosas que ya no se pueden arreglar, pero sigue estando allí un mundo de oportunidades para que nada pese. No dejes que se vaya el momento, que dé la espalda mientras desde tu escritorio ves cómo se aleja sin que le hayas dado el beso que te muerdes, no dejes de escribirle lo que piensas, llama si te apetece, responde ese mensaje aunque llegue días más tarde, ahórrate dos líneas de felicitación y llama para decir “feliz cumpleaños” a viva voz. Recuerda que los aeropuertos son lugares para apretarse pecho a pecho, no para estrechar manos, que los besos están para darse sin mirar antes a los lados. No dejes los abrazos sólo para bienvenidas o despedidas. Ahora ya sabes que por más abrazos que des o recibas, nunca será suficiente. Deja la flojera, levántate y sal a respirar profundo aunque sea bajo un cielo gris. Di lo que sientas, no lo dejes ahí atrapado tan adentro que ni tú mismo logres escucharlo. No te quedes como el espectador de una película que no gustó porque le faltaba algo. Eso que falta es lo que dejaste ir, el infinito espacio entre el paso que no diste y el momento que pasó para no volver más.
Foto: Gaínza
Como siempre, al leer lo que escribes, eres tan acertada en el sentir, que hay que tragar grueso.
Visualizas la realidad con una precisión increíble. Y uno va sintiendo poco a poco el efecto de esa realidad que uno deja pasar sin darse cuenta.