21 de julio, 2015
Il dolce far niente

Despertar con el cantar de los pájaros, sin prisa, sin mirar el reloj, sin una larga lista de cosas por hacer. Estirarse con calma, hacer la cama y dejarla tan acogedora que sea inevitable querer volver –con o sin compañía–. Asomarse a la ventana, respirar profundamente, disfrutar de la vista, del perfume a tierra mojada, del suave balanceo de las hojas acariciadas por la brisa mañanera, o del susurro de las olas coqueteando con la arena. Preparar el desayuno para el mejor de los huéspedes: ese que te sonreía en el espejo mientras te lavabas los dientes. Saborear el jugo de naranja y dejar que pasee por tu boca como ocurría cuando en la infancia jugabas a pescar gotas de lluvia. Sentir cómo el aroma del café se apodera de la casa, poner la mesa y desayunar haciendo solamente eso, desayunar. Todo lo demás puede esperar.
Los placeres de la vida no se llevan bien con la premura, y todos los días es esta última la que rige nuestras vidas. Es por eso que cada vez se hace más necesario desconectar, y cada vez es más importante que esa desconexión dure más tiempo, el esencial para vivir con tranquilidad, para reactivar los sentidos que el tráfico, la rutina y los problemas tienen hipnotizados en un vaivén de actividades. El tiempo para dar un paseo, leer un libro, cerrar los ojos y escuchar un disco, el tiempo para hacer solamente una cosa a la vez –salvo que se trate de querer y dejarse querer–.
El placer de no hacer nada es simplemente eso, el no romperse la cabeza con preocupaciones, el tener un día para uno mismo y disfrutarlo plenamente en su sencillez. No es una cuestión de holgazanería, se trata de oxigenarse la vida, esa que cada día debería tener menos momentos de estrés y más de la dulzura de vivirla como es.
Il dolce far niente… Voglio vivere così…
Foto: Reza Botana/Gaínza
Leo tu post, en el momento justo cuando imagino esos instantes que uno procura con anhelo muchas veces, pero terminan convirtiéndose en añoranzas. Porque te los despojaron de tu vida. En este país donde intentamos mantenernos vivos, se hace cuesta arriba, no hacer nada, para disfrutar un momento, porque la ansiedad no te lo permite. Porque hasta el aroma del auténtico café, quedó para las remenbranzas. Aquí, a casi todos, nos quitaron de nuestras vivencias, los placeres más sencillos. Esos que justamente disfrutas sin salir de casa. Vivo en Venezuela donde ya no existe IL DOLCE FAR NIENTE . Aquí, siempre tienes que hacer algo, hasta mientras duermes , porque la incertidumbre, se apoderó del pais. De manera que está vez, tu post se convierte, al menos para mí, en una «Oda a la esperanza» . Y reafirmo mi expresión con la música y letra de esa excelente canción en la voz de Pavarotti y Elisa con la que aderezas esta reciente reflexión. Quiero que sepas, que a pesar de todo lo que he expresado, he disfrutado como siempre todo lo que te oí decir en este post. Tú sabes, que ¡me encanta escucharte!