En el mundo

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Seguro sigues llevando la cuenta de los años que llevas sin ver a tu familia o a tus amigos. ¿Desde cuándo no tropiezas con el verde de la montaña que te saludaba cada mañana, no ves una pareja de guacamayas jugando con el viento o un grupo de niños volando papagayos? ¿Desde cuándo no te tomas un guayoyo en compañía, no pruebas un sancocho, ni te comes un aguacate del tamaño de un melón? ¿Cuándo fue la última vez que caminaste por las calles de tu ciudad sin sufrir algún tipo de abuso, algún atropello, algún temor? La última vez que caminaste por diversión para ir a la casa de un amigo, jugar Carnaval o comerte algo sabroso, ¿cuándo fue?

Para algunos hace décadas, para otros poquito, pero más de lo que les gustaría. Otros ni siquiera han podido vivir alguna de esas cosas porque mucho más allá del lugar donde estamos, dentro o fuera de Venezuela todos tenemos un dolor que nos acompaña así como el luto de perder a un ser amado: comienzas de cero porque la vida sigue y hay que vivirla. Te ríes, comes, trabajas, te enamoras… Mas el dolor sigue ahí, acompañándote siempre y manifestándose cada día de una forma distinta: a veces te trae algún recuerdo a la mente con el que se te escapa una sonrisa o una lágrima, otras es una simple frase que te anima, una canción que cantas a todo pulmón, una cara que te confunde, una melena que te ilusiona, un sueño que te despista cuando al despertar ves dónde estás. Entonces suspiras y te mueves rapidito para que el día se te pase manteniendo magistralmente el equilibrio entre la rutina del deber y la nostalgia del querer sin que se te agüe el guarapo. Ya tienes la piel curtida de ausencias y distancias, los ojos cuadraditos de tanta pantalla para seguir “viendo” mientras la electricidad lo permita.

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Han sido miles de días, algunos que sentimos eternos por el peso que llevábamos a cuestas y otros que pasaron a la misma velocidad de las estrellas que iluminan la mirada pero casi no dan tiempo a pedir un deseo. Días en los que dimos las gracias o lloramos amargamente por las decisiones tomadas, irse, quedarse, volver, soltar… Jornadas agotadoras llenas de impotencia ante tanta injusticia, brutalidad y desgracia, pero que al mismo tiempo hicieron callo y nos han hecho más fuertes, más resistentes, más creativos.

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A pesar de las repetidas decepciones, siempre hemos encontrado una vía para seguir luchando por todo lo que merecemos como país, como seres humanos. Tampoco es que hayamos estado pidiendo nada extraordinario, simplemente libertad. Libertad. Hemos estado luchando para que los venezolanos puedan comer sin tener que rebuscar en la basura, trabajar sin que el puesto sea un chantaje o la pensión sea una limosna, curarse sin tener que vender muebles para comprar medicinas, protestar sin jugarse la vida, estudiar sin ser adoctrinados, vivir sin ser amenazados, enterrar a nuestros difuntos sin que el servicio funerario sea pagado con una colecta. Hemos estado luchando para que al presionar un interruptor la luz se encienda, al abrir un grifo salga agua y que sea limpia, para que repostar combustible sea tan sencillo como ir a la gasolinera sin haber acampado en el carro para no perder el número en la cola.

Y sí, han hecho trampa muchas veces, han cambiado a su anotojo las reglas del juego, no han tenido reparos en agredirnos de formas que sólo pasan por la mente de asesinos, pero ya no son tan fuertes, ya no son tantos. La dictadura en muchos aspectos no es la misma y nosotros tampoco.

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Estamos viendo cómo fracasan con vergonzosa evidencia los bajísimos e innumerables intentos del chavismo por ocultar su debilidad, división y su instinto asesino. Muchos de los otrora «amigos» le han dado la espalda. Los ojos de actores politicos y medios de comunicación están puestos en Venezuela. Están puestos en nosotros y nuestra capacidad para sobreponernos ante la adversidad, armarnos de valor y seguir luchando hasta el final. Porque por más pequeña que sea puerta a la libertad, aquí estamos dispuestos a abrirla y, si la derribamos con una abrumadora avalancha de votos, la haremos tan grande como grande es el país que merecemos y que con los brazos abiertos espera a los millones de hijos que salieron un día con el corazón hecho pedazos en la mochila y sin más zapatos que la voluntad de salir adelante.

Mañana 28 de julio de 2024 tenemos elecciones. Vamos a votar sin odio pero con la memoria fresca, con fe. Vamos a ayudar en lo que podamos, a defender nuestros votos y nuestro futuro, porque tenemos derecho a vivir en democracia, nos lo debemos a nosotros mismos y se lo debemos a Venezuela. Vamos a empezar de cero con una nueva cuenta, la de todo aquello que podremos volver a hacer sin represalias, en paz, en libertad.

Mañana será un día histórico, vamos a celebrar que este país no se rinde y está preparado para la libertad.

Vota y ganaremos. Lo celebraremos con Edmundo y en todo el mundo.

Foto de cabecera: Getty.

Ilustración bandera: Camila de la Fuente

Foto papagayo: @gfuenmayor

Tarjetón electoral: CNE.

Yedzenia Gainza

http://www.yedzeniagainza.com

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