Día 6: Obediencia

 

 

Cuando uno entra a lugares como centros comerciales, hospitales, restaurantes, encuentra un cartel que dice: “Prohibido portar armas de fuego en este espacio”. Como si ese cartel fuera suficiente para evitar las tres muertes violentas que cada hora se producen en el territorio nacional.

Ese cartel refleja una falsa preocupación del régimen por demostrar que hace algo por la seguridad de los venezolanos, como si el uso de armas de fuego estuviera supeditado a la existencia o no de una pistola en un pálido círculo, igual que una prohibición de fumar. El chavismo pretende que asesinos que no respetan la vida, le ley, la luz del sol, la cantidad de gente en la calle, la edad, ni mucho menos las súplicas de sus víctimas cuando son encañonadas, obedezcan un cartel que prohíbe el porte armas. El mismo gobierno que llena las calles de matones uniformados y ordena que disparen a quemarropa a jóvenes estudiantes que protestan para tener una vida digna, en libertad, aspira a que los malandros no uniformados utilizados para amedrentar a opositores no anden por ahí con armas de fuego cuando no se les pide.

Y ahí estaba yo, como pajarito en grama cuando a las diez de la mañana saqué mi cámara los segundos suficientes para hacer una foto en un lugar donde a cada rato atracan a punta de pistola. Luego desaparecí en el edificio intentando camuflarme entre la gente por si algún malandro me venía siguiendo dispuesto a demostrar que ese cartel no sirve para un carajo.

Caracas, Maturín, Ciudad Guayana y Valencia ocupan el primer, sexto, octavo y noveno puesto de las ciudades más violentas del mundo. Si los cartelitos fueran tan efectivos, las morgues no estarían llenas de cadáveres agujereados a punta de plomo. Pero claro, se pone un dibujito con unas letras confiando en la obediencia de quienes reinan en las calles de este país repartiendo balas como si se tratara de caramelos en una piñata.

Salí del edificio en compañía de otras personas que en perfecta sincronía con el conductor llegamos al punto de recogida justo cuando estaba deteniéndose el carro que nos iba  a transportar. Porque la verdadera obediencia está en moverse con rapidez cuando alguien dice: “salgan que estoy llegando”, no en los carteles ridículos que hasta darían risa  si no fuera por la cantidad de personas que han sido víctimas del hampa frente a ellos.

 

Foto:

Gaínza

Yedzenia Gainza

http://www.yedzeniagainza.com

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