Día 26: Mis viejos

 

No sé cómo sea en los demás países, pero en Venezuela cuando tienes un amigo de verdad es como si tuvieras un hermano más, no sólo por intimidad de la relación, sino porque sus padres te adoptan como a un hijo y, si tu amigo no tiene hermanos demasiado celosos, ellos también te ven como parte de la familia. De esta manera los viejos que uno tiene se van multiplicando según el número de amigos que hacemos a lo largo de los años.

Ellos nos vieron crecer al tiempo que nosotros empezamos a notar sus canas. Cuando llegamos a adultos además de ser un poco nuestros padres también se convirtieron en nuestros amigos, así que pasamos agradables ratos riendo con ellos al revelar por fin las aventuras que no nos atrevimos a confesar siendo muchachitos o por las veces que fuimos regañados cuando apenas rozábamos los veinte. Han estado allí para aconsejarnos, incluso para mostrarnos dónde no teníamos razón cuando la soberbia de la juventud le restaba importancia a las palabras de nuestros propios padres.

Mis viejos se quedaron en el país al que entregaron sus mejores años trabajando duro para sacarnos adelante, pero ahora están viviendo la peor cara de la crisis en la que el chavismo nos ha hundido a todos. La serenidad con la que solían hablarnos ha desaparecido de sus ojos llenos de nostalgia por una vejez indigna que jamás imaginaron. Están sufriendo desasosiego, impotencia,  escasez y, sobre todo, una soledad que no merecen pero que disimulan con su mejor cara intentando engañarnos cuando los llamamos. Sin embargo, no hay mentira que aguante el día a día viéndonos a los ojos. Están delgados, ojerosos, irascibles, deprimidos… Hoy vi a dos y la tristeza fue como una puñalada en el pecho. Los monstruos creados por el chavismo han menoscabado sus corazones ya arrugados por los años que llevan sin ver a algunos o todos sus hijos y nietos, y su único consuelo es saber que están mejor lejos que corriendo peligro constantemente en esta guillotina. En este momento su mayor preocupación es que se vayan los que quedan, por eso animan a hacer las maletas y prometen esperar el regreso con una sonrisa que refleje la libertad recuperada.

Me preocupa verlos así, que mientan o, peor aún, que callen. Me asusta ver cómo les cuesta sonreír, me duele saber todo lo que hacen para poder sobrevivir en este caos y me desgarra imaginar que no lo consigan. Mis viejos se me están desgastando de la peor manera y no sé cómo salvarlos, no sé cómo sacarlos de aquí. Todos son creyentes y supongo que la fe los ayuda a no desistir aunque a veces vuelvan a casa sin el pan que salieron a buscar, aunque no les falte el dinero pero comiencen a temer por su destino si se quebranta su salud. Aunque en el fondo tengan más miedo que todos nosotros juntos.

Queridos viejos: estamos haciendo todo lo que podemos por ustedes, pero por favor, no nos engañen, no nos oculten la realidad, no le quiten importancia a nada, pues en este momento todo la tiene. Ustedes son la prioridad para los hijos que parieron y también para los que han ido adoptando durante años. No permitan que el chavismo les mine el espíritu. Los necesitamos vivos, sanos de cuerpo, mente y alma. No permitan que este horror los eche a perder.

Volveremos a vernos, a abrazarnos y a sonreír de nuevo, pronto.

Foto:

Madison Nickel

Yedzenia Gainza

http://www.yedzeniagainza.com

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