29 de diciembre, 2017
Día 11: Silencio
Los tiendas estaban cerradas, las calles solas, los vecinos encerrados en casa. No hubo algarabía ni música, tampoco mesas repletas de platos deliciosos ni comensales estrenando vestuario. No hubo cohetes, globos de deseos ni fuegos artificiales.
La estrechez paseaba casa por casa y se burlaba de los arbolitos con mucho espacio para regalos inexistentes. Los niños dormían con la esperanza de encontrar al día siguiente al menos una chuchería qué agradecerle al Niño Jesús. Las familias que tuvieron cena guardaron celosamente hasta la última miga para no desperdiciar lo que podría ser el alimento de un día entero.
No hubo visitas ni fiesta, no hubo cervezas y tampoco aguinaldos. El intento por disfrazar de alguna manera la Nochebuena más triste de nuestra historia degeneró en un hondo sentimiento de culpa por tener en la mesa lo que pocos habían siquiera visto a través de un cristal. La impotencia por no poder ayudar a todo el que lo necesita aumentó la amargura por esta injusta realidad tan distinta a la que se esperaba después de tanto trabajar.
Sólo un tenue rayo de esperanza iluminaba la mirada de los presentes que esperan seguir vivos, sanos y juntos la próxima vez para celebrar que por fin todo ha acabado. Brindaron con un refresco sintiéndose afortunados por la suerte de la compañía y de tener en el plato una hallaca recién hecha. Todo en voz bajita por consideración a quienes no podían decir lo mismo. Abrieron el armario donde estaban escondidos los modestos regalos de los niños que sonrieron agradecidos la bondad del Niño Jesús y se fueron a dormir en medio de un desgarrador silencio jamás conocido hasta ahora en un país que en algún momento fue el más feliz del mundo.
Foto:
Gaínza
Esta es la mejor parte: «Sólo un tenue rayo de esperanza iluminaba la mirada de los presentes que esperan seguir vivos, sanos y juntos la próxima vez para celebrar que por fin todo ha acabado.»
La fiesta será nacional e internacional